Por Habichuela Roja
Este 28 de junio se conmemora 50 años de la Rebelión de
Stonewall, el día que inicio un movimiento
de liberación internacional de las personas de las diversidades y
disidencias sexuales. Y que dio origen
al “Día del Orgullo”, para que nunca más las personas pertenecientes a este
sector tengan que bajar la cabeza producto de la marginación impuesta por los
estados, la iglesia y el régimen capitalista.
Como todas fecha para reivindicar derechos, el Día del
Orgullo tiene un antecedente histórico de lucha en Nueva York, en el bar Stonewall. El día que un
sector de la comunidad LGTBIQ se reveló, resistió y enfrentó al estado represivo neoyorquino, representado
por las fuerzas policiales, que mantenía a homosexuales, lesbianas y trans en la clandestinidad y la
persecución cotidiana. En un contexto donde ser gay era un delito perseguido. Situación que a una mayoría les destinaba a la indigencia, sin ningún derecho posible. Fueron
estos los que el 28 de junio de 1969, en masa se rebelaron y frente a la represión en Stonewall decidieron luchar.
El contexto de rebeliones también era mundial, y sin ir lejos, en Estados Unidos luchaban en las calles contra la ocupación Yanqui en Vietnam, un año después del Mayo Francés. Stonewall fue un episodio más de ese contexto pre revolucionario.
Por lo que Stonewall le dicta al movimiento LGTBIQ una lucha
con contenido de clase y método de lucha en las calles, que hoy, debido a una despolitización general y un proceso de cooptación de las luchas limitandola a los escenarios legislativos, mayoritariamente no está presente. Más
allá de esto, esta fecha no pierde su carácter reivindicativo, a la que
deberíamos sumar todos aquellos que
entendemos que, luchar por los derechos
de las diversidades sexuales y de genero, está al mismo nivel que luchar por cualquier derecho que
esta democracia burguesa nos hace mendigar hoy. Y sobre todo, es luchar contra el
régimen opresivo vigente, del que las mayorías somos víctimas.
La falsa política
anti discriminación del gobierno
El gobierno de Evo Morales, que se pinta como un gobierno
“progresista” por la inclusión de distintos derechos en la Constitución Política
y la leyes, monta otro teatro en relación a los avances para las diversidades en su gestión. Puesto
que, como pasa con todas la leyes, jamás les da cumplimiento.
La constitución política y la ley 045 contra la discriminación
reconocen a las diversidades sexuales, y
en Bolivia ser gay, lesbiana, bisexual, trans, etc. no es un delito, pero
tampoco es legal. Y la prueba más tangible es que hace varios años el gobierno
tiene dormidas en el parlamento las propuestas de ley desde los sectores de las
diversidades para la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo, que por ejemplo, les
habilita el derecho a la adopción. Puesto que este derecho solo es válido para
parejas casadas o en unión libre siempre que sean "hombre" y "mujer". Y solo si una
persona trans hizo su cambio de sexo a
hombre o mujer puede habilitarse para este derecho.
Y la Ley de Identidad
de Género aprobada el 2016, que posibilita el cambio de identidad de género
para las personas trans es otra ley hipócrita, puesto que para hacer el trámite
burocrático, los requisitos piden que el
estado, a través de las instituciones de salud, justicia y policía te
aprueben psicológicamente,
psiquiátricamente y como buen ciudadano, bajo sus parámetros sociales y morales,
anulando los propios de cada persona y la libre voluntad, para habilitarle ese derecho.
Así también el travesticidio y transfemicidio no están reconocido como delito y de más de 80 de estos delitos registrados en toda la
gestión del gobierno, solo uno alcanzo justicia bajo la figura de femicidio.
La homofobia se exhala desde las principales autoridades de
gobierno y del estado. Nadie olvidara el famoso dicho de Evo Morales cuando
dijo que "comer mucho pollo puede provocar homosexualidad". Y el ministro de educación,
Aguilar, en concordancia con el misógino diputado Horacio Poppe, prohibió
tajantemente el año pasado, educación con contenido de diversidad de género en
las escuelas. El derecho laboral solo se da en instancias parlamentarias, para que al igual que con las mujeres, se haga demagogia con el discurso despatriarcalizador.
Debe quedar claro que todas estas leyes y derechos a medias otorgados a los sectores
de las diversidades por el gobierno, son intentos de cooptación,
para adormilarlos esperando leyes que en la práctica, el gobierno no tiene la
voluntad política de hacer respetar.
La táctica burguesa de otorgar leyes incumplibles, es
justamente, para no tocar las estructuras machistas y patriarcales que ayudan a
perpetuar nuestra opresión como mujeres, diversidades, disidencias, indígenas,
campesinas y trabajadoras.
El pacto homofóbico entre estado e iglesia
La negación de nuevos derechos o el incumplimiento de los derechos ya ganados desde el estado, solo pueden leerse en función al pacto entre estado- iglesia vigente, y hoy profundizado con: la nueva Ley de libertades religiosas, el nombramiento del cardenal Ticona y la relación del gobierno con el papa Francisco y la iglesia católica.
El gobierno abiertamente ha mostrado sus diferentes romances con las iglesias con mas presencia en el país. Y la iglesia se constituye hoy en la principal reproductora de la ideología de odio e intolerancia hacia personas de las diversidades. El odio que transpira es traspasado en cada sermón a la población, principalmente católica y evangelista del país. Por eso, no es raro que, madres y padres de familia, similar a una casería de brujas de la época mediabal, hayan perseguido hasta el despido a profesoras que se atrevieron a ser parte de un programa de educación con contenido de diversidad de género en un kínder el año pasado en La Paz, dándole argumentos al ministro Aguilar para justificar su política homofóbica.
Así como lo hace con la campaña contra el aborto legal, la iglesia es la responsable de inculcar la ideología criminalizadora hacia la diversidad sexual y de género en las familias bolivianas. Y de perpetuar una sociedad conservadora, la misma que no se escandalizó en lo absoluto, tras el brutal asesinato de odio de la transexual Litzy en El Alto a fines del año pasado.
Compartimos la opresión, debemos compartir la lucha
La lucha hoy, del movimiento LGTBIQ por mejorar sus condiciones
de vida, no debe ser una lucha aislada. Puesto que mujeres, y por supuesto, también hombres de los sectores populares y la clase trabajadora somos víctimas
de una misma opresión, la del régimen social explotador vigente. Que nos ha
impuesto también la heteronorma y la
familia nuclear. Y ha dado el mandato social de perseguir toda relación
afectiva y familiar que pretenda escapar de ellas.
La renuncia personal a la identidad de género, y la normalización y el no cuestionamiento a los estereotipos de género y familia, refleja el grado de profundización de la deshumanización que impone el sistema capitalista, en su objetivo de homogeneizar para el consumo y al mismo tiempo dividir para la lucha en una sociedad de clases.
Por eso, es tan legitima la lucha por derechos de las diversidades, como lo es la lucha por cualquier derecho de los marginados de esta sociedad. Y nos toca luchar de la mano contra la raíz del problema: el régimen social de opresión y patriarcal vigente.
Tampoco dejamos de diferenciar que como mujeres y lesbianas nuestra opresión es doble. Pues no solo sufrimos la opresión de clase, sino también, somos oprimidas en el seno familiar e intimo, por nuestras parejas o nuestros compañeros del movimiento, que son oprimidos por este régimen y a la vez reproducen la opresión machista con nosotras en las relaciones. Esto no hace otra cosa que volvernos doblemente revolucionarias. Por eso surgen organizaciones contestatarias en el seno mismo del movimiento LGBTIQ, como la Red Lesbica y Bisexual de Cochabamba con las que marcharemos de la mano en la marcha del Orgullo.
¡Basta de homolesbotransfobia!
¡Separación del estado de la iglesia!
¡Educación Sexual Científuca y Laica!
¡Aborto legal seguro y gratuito!
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