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Erwin Bazán, y el padre Jordá, en
representaciòn de la iglesia oscurantista, posan junto a un profesional de la
salud a lado de la incubadora en que se encuentra la bebé prematura, nacida de
la violación a una niña de
14 años.
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Por: Mila Matías
No es el bendito fruto del vientre de
una virgen concebida por obra y gracia del Espíritu Santo. No es una de esas
historias de fantasía que nos siguen contando en pleno siglo XXI. Es el fruto
de la violación de un hombre de 43 años sobre una niña de apenas 14. Ella era
la trabajadora y él, el patrón. Pero, aun así, la iglesia en pleno se regodea
haciendo bandera de una injusticia -tanto para la niña violada (hoy madre) como
para la bebé nacida prematura- , e intentando presentar como milagro un acto
abominable por donde se lo vea.
“Me ha tocado como una especial
bendición (…) apadrinar espiritualmente a una sobreviviente del aborto, a una
bebé que se convierte en la denuncia viva de una cultura de la muerte, de leyes
que engendran muerte”, de esta forma se refería Erwin Bazán, secretario de la
prensa del Arzobispado de Santa Cruz y autonombrado padrino de la bebé, que en
un acto más de su campaña oscurantista la bautizaron Victoria.
Se sienten victoriosos -¡cómo no!- de
que una niña no haya podido decidir libremente, obligándola a ser madre cuando
ella jamás así lo quiso, sin reparar en el dolor, ni el daño irremediable, ni
en los sueños frustrados de una niña de escasos recursos que, para seguir
viviendo, estudiando y pensando en un futuro posible tuvo que optar por
trabajar y terminó siendo violada.
No hubo aborto, obligaron a parir a una
niña
“Bebé sobrevive a un aborto” se apresuró
a titular la prensa amarillista. Pero acá no hubo aborto, acá hubo inducción a
un parto prematuro. Agarrándose de la objeción de conciencia, se negaron la
solicitud de una niña violada. Obstaculizaron el acceso a un aborto no punible
con la prontitud que merecía. Dilatando el proceso, que debió ser expedito (24
horas), se obligó a una niña a cursar un embarazo hasta la semana 26 y se la
obligó a parir. Así de atroz. Una abominación donde el Estado tiene su alta
cuota de responsabilidad, porque no tuvo la voluntad política de contrarrestar
la objeción de conciencia, designando de forma inmediata a otros profesionales
médicos que cumplan la norma haciendo posible el acceso a un aborto en caso de
violación a una menor de edad.
No hablen de aborto señores, acá se
obligó a parir a una niña. Eso es lo real. La han forzado a una maternidad que
ella no decidió ni deseó. Eso es tortura. Eso es violencia.
Este parto prematuro representa la
cultura de la violación y de la impunidad sobre miles de mujeres y niñas. Es la
manifestación viva del atropello que se comete contra las capas más pobres de
los explotados, contra las mujeres y niñas trabajadoras. Contra las burguesas,
no. Ni tampoco contra las pequeñoburguesas acomodadas. Ellas abortan en
clínicas de lujo, allí donde la objeción de conciencia se la guardan en el
bolsillo, junto a la marmaja de dinero que se cobra por un aborto -clandestino
pero seguro. La desgracia de esta niña fue ser pobre, no poder pagar un aborto
clandestino y aferrarse a una ley que no se cumple.
Como Pedro por su casa…
La “sacrosanta” iglesia dice estar
acompañado a la niña victima de violación “con todos los medios necesarios” y
que en coordinación con la Defensoría de la Niñez (¡qué despropósito!) han
asignado una psicóloga -perteneciente al Servicio de Orientación Familiar de la
Iglesia católica- para “asesorar” a la víctima. ¿Para que asuma la maternidad
tal vez?
¿Por qué la iglesia tiene que meter sus
sucias manos en un asunto que le compete al Estado? ¿Sucias manos? Sí, porque
están pringadas de los aberrantes casos de pedofilia que, como institución,
encubrieron hasta el cansancio.
Resulta que ahora, en plena vigencia del
“Estado Laico”, caminan por los hospitales cual Pedro por su casa. Tienen
acceso a la víctima. Meten sus narices por donde se les antoja y, con total
impunidad, introducen su hipócrita moral al seno de una familia signada por el
dolor y el sufrimiento. Se regocijan y publicitan sus “logros” por todos los
medios. Ahora dicen que consiguieron que una tía de la víctima acepte hacerse
cargo de la bebé. Es decir, que la bebé se queda en el seno familiar, como una
lacerante herida sobre la niña violada.
A ellos, no les importa las víctimas, ni
la niña violada, ni la bebé prematura. No se harán cargo. Por eso el flamante
padrino llama que “adoptemos a Victoria en nuestros corazones”. Dictar normas
morales y luego lavarse las manos, es lo único que saben hacer los hipócritas.
Pero, es el Estado quien permite que la
iglesia se tome atribuciones que no le competen. Porque estamos no sólo ante un
atropello clerical, sino frente a una cruzada del Estado y la Iglesia para
someter a las mujeres más pobres. Porque para la Iglesia, como para el Estado
burgués, las mujeres no son nada más que úteros, incubadoras vivientes que
producen hijos, no importa si estos son producto de violaciones, no importa si
las violadas son adultas o niñas y tampoco importa el destino que vayan a
correr estos hijos. El Estado y la Iglesia deliberan y deciden sobre el cuerpo
de la mujer, la obligan a parir, pero luego se desentienden, y la maternidad se
lleva en las condiciones más deplorables (desempleo, trabajos precarios para
las familias trabajadoras, pésimos sistemas de salud y educación etc.) con
la -¡ahora sí!- absoluta ausencia del Estado. Es ahí que la iglesia aparece
nuevamente, cumpliendo su rol de garante del estatus quo, adormeciendo a los
pobres y resignándolos a sus padecimientos impuestos por un sistema de opresión
y de violencia.
¡Basta!
La injerencia de la iglesia es violencia
y sometimiento para las mujeres y el pueblo. Hoy más que nunca es urgente
levantar nuestra voz por la separación de la Iglesia del Estado. No sólo hay
que expulsarla del sistema educativo y del sistema de salud, hay que expropiar
todos sus bienes. Ruta contraria a la asumida en la flamante Ley de Libertades
Religiosas, donde se le extiende los privilegios.
¡Basta! Desde nuestras entrañas, desde
nuestra opresión cotidiana, salgamos a luchar y a organizarnos contra este
sistema, maquinaria de explotación y opresión hacia nuestra clase y hacia
nuestra condición de haber nacido mujeres.