Por: La Hoz
La historia del primero de mayo y la lucha de los
obreros de Chicago es la historia de obreros y obreras por igual. Las trabajadoras no sólo se han incorporado a
la esfera laboral sino que han sido portadoras de las ideas de rebelión que
encumbró el movimiento obrero a nivel mundial.
En los albores
del capitalismo
El desarrollo de la economía en el capitalismo ha jaloneado
a la mujeres de muchas formas para hacerlas partícipes de la producción social. Su incorporación al mundo laboral, que la
sacó de su relegamiento en la esfera doméstica, empezó en los albores de la
sociedad industrial. La mujer, como el
varón, y los niños, ha posibilitado con incontables sufrimientos el surgimiento
del capitalismo en la llamada acumulación originaria. El nuevo modo de explotación en sus inicios
devoró a contingentes humanos, haciendo exclamar al fundador del socialismo
científico, que esta sociedad de la acumulación vino al mundo chorreando de
sangre y lodo de la cabeza a los pies.
Una de las principales maneras en que la mujer fue
incorporada a la producción social es el desarrollo de la técnica. La evolución de la industria, en sus diversas
etapas, promovió el ingreso de la mujer en la esfera productiva, sobre todo al
simplificar las tareas. Los sectores con
menor desarrollo técnico del capitalismo también se sirvieron de la
participación femenina, al pretender encontrarla más vulnerable y dispuesta a
realizar cualquier trabajo. En fin, las tristemente
célebres industrias a domicilio, que aun pululan hoy en día con vigor, han hecho
su parte en la obra de subyugar de la manera más vergonzosa a la mujer.
Aun así, varias ramas de la producción se siguen
considerando predominantemente femeninas, en razón al tipo de tareas manuales
que las mujeres realizan con mayor destreza que los hombres. Mientras que otras ramas tradicionalmente
femeninas ya son compartidas con los varones gracias al desarrollo de la
técnica misma.
En las últimas décadas estamos asistiendo en
Latinoamérica a una generalización de la intervención femenina en la esfera
productiva. La figura del varón
“proveedor”, que otrora se llegó a conocer en estas latitudes, deja paso a la
de ambos cónyuges que se desempeñan en la actividad laboral. La hipocresía de la sociedad burguesa se
llena la boca para hablar de los valores de la familia, cuando la familia
obrera va siendo desgarrada en el día a día.
La incorporación de las trabajadoras al mercado
laboral coloca en mayor ventaja al capital al presionar a la baja los salarios
por la mayor oferta de mano de obra. Y
si los salarios son presionados a la baja por la oferta de brazos femeninos,
son las mujeres las que precisamente se llevan la peor parte, recibiendo los
pagos más reducidos. La doble
explotación de la mujer se funda en que el capitalismo va a mantener a las
mujeres en las peores condiciones de trabajo y remuneración, mientras ellas aún
llevan la carga de las labores domésticas, principalmente la crianza de los
hijos.
Pero si las
cadenas de la mujer resultan mayores, si su doble explotación estrella su
existencia para hacerla añicos, por otra parte la mujer trabajadora está llamada a levantarse más temprano que tarde para buscar su liberación. El camino de su liberación es más ancho, su
rebeldía más necesaria, y en buena hora las trabajadoras se unirán en lucha para
destruir todo lo que las oprime. Los
obreros no pueden sino alegrarse de tener a su lado al gran baluarte de lucha
que son las trabajadoras.
La masificación del trabajo femenino
Bolivia no se está ajena a esta realidad de las
trabajadoras del mundo. La incorporación
de las trabajadoras al mercado de trabajo ha crecido al afectar a una de cada
dos mujeres, cuando en 2001 se consideraba solo a 1 de cada 3. Si en 2001 la población ocupada femenina era
de alrededor de un millón, en 2011 se estimó la misma en 1,5 millones. Un crecimiento extraordinario para un breve periodo de tiempo. Y de entre esta cantidad de mujeres ocupadas,
algo menos de 1 millón (45%) son obreras asalariadas, incluyendo las trabajadoras del
hogar.
Pese a que el gobierno considera que los trabajadores
y trabajadoras se encuentran en una inmejorable situación, los estudios sobre
las condiciones laborales y el empleo en el país indican que se está viviendo
una situación de crisis del empleo por la pérdida creciente de su calidad. De acuerdo a ello, se está generalizando la
precariedad laboral en todas las ramas de la economía, y se incrementó la
cantidad de empleos precarios extremos (de un 22 de cada cien a un 50 por cada cien desde 2001 a 2011). La
precarización afecta más a las mujeres, siendo que 65 de cada 100 mujeres
ocupadas caen en esta situación, mientras que de los hombres la razón es de 47
de cada cien.
Ni duda cabe que el trabajo de las mujeres tiene
mayores dificultades; además que se realiza en las condiciones más precarias,
con inestabilidad laboral, y con las
peores remuneraciones. Ser mujer coloca
a la trabajadora en una situación más ardua, al tener que ser considerada por
la patronal como de menor rendimiento, el ser "poco apta" para el trabajo físico,
o el hecho de entrar en la maternidad que los patrones no perdonan. Ser mujer trabajadora tiene que ver con tener
mayor inestabilidad laboral que los hombres, así como los salarios más miserables (69 por
cien en 2011 ganaba menos que una canasta alimentaria).
En este día comprobamos que las trabajadoras y los
trabajadores estamos juntos. Si 1 de
cada 3 obreros es mujer, se tiene que decir que en buena hora las mujeres estamos
en las filas del proletariado. Llegó la
hora de levantar la cabeza y echar a andar, de la mano de las y los compañeras
de clase. Mujeres trabajadoras, nos
sentimos cada vez más fuertes en número y nos toca avanzar sobre las tareas
históricas que toca a nuestra clase en estos tiempos.
¡Revolución para detener la barbarie!
* Se elaboró utilizando datos del CEDLA
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