miércoles, 1 de mayo de 2019

La masificación del trabajo femenino


Por: La Hoz
La historia del primero de mayo y la lucha de los obreros de Chicago es la historia de obreros y obreras por igual.  Las trabajadoras no sólo se han incorporado a la esfera laboral sino que han sido portadoras de las ideas de rebelión que encumbró el movimiento obrero a nivel mundial.

En los albores del capitalismo
El desarrollo de la economía en el capitalismo ha jaloneado a la mujeres de muchas formas para hacerlas partícipes de la producción social.  Su incorporación al mundo laboral, que la sacó de su relegamiento en la esfera doméstica, empezó en los albores de la sociedad industrial.  La mujer, como el varón, y los niños, ha posibilitado con incontables sufrimientos el surgimiento del capitalismo en la llamada acumulación originaria.  El nuevo modo de explotación en sus inicios devoró a contingentes humanos, haciendo exclamar al fundador del socialismo científico, que esta sociedad de la acumulación vino al mundo chorreando de sangre y lodo de la cabeza a los pies. 
Una de las principales maneras en que la mujer fue incorporada a la producción social es el desarrollo de la técnica.  La evolución de la industria, en sus diversas etapas, promovió el ingreso de la mujer en la esfera productiva, sobre todo al simplificar las tareas.  Los sectores con menor desarrollo técnico del capitalismo también se sirvieron de la participación femenina, al pretender encontrarla más vulnerable y dispuesta a realizar cualquier trabajo.  En fin, las tristemente célebres industrias a domicilio, que aun pululan hoy en día con vigor, han hecho su parte en la obra de subyugar de la manera más vergonzosa a la mujer. 
Aun así, varias ramas de la producción se siguen considerando predominantemente femeninas, en razón al tipo de tareas manuales que las mujeres realizan con mayor destreza que los hombres.  Mientras que otras ramas tradicionalmente femeninas ya son compartidas con los varones gracias al desarrollo de la técnica misma.
En las últimas décadas estamos asistiendo en Latinoamérica a una generalización de la intervención femenina en la esfera productiva.  La figura del varón “proveedor”, que otrora se llegó a conocer en estas latitudes, deja paso a la de ambos cónyuges que se desempeñan en la actividad laboral.  La hipocresía de la sociedad burguesa se llena la boca para hablar de los valores de la familia, cuando la familia obrera va siendo desgarrada en el día a día. 
La incorporación de las trabajadoras al mercado laboral coloca en mayor ventaja al capital al presionar a la baja los salarios por la mayor oferta de mano de obra.  Y si los salarios son presionados a la baja por la oferta de brazos femeninos, son las mujeres las que precisamente se llevan la peor parte, recibiendo los pagos más reducidos.  La doble explotación de la mujer se funda en que el capitalismo va a mantener a las mujeres en las peores condiciones de trabajo y remuneración, mientras ellas aún llevan la carga de las labores domésticas, principalmente la crianza de los hijos. 
Pero si las cadenas de la mujer resultan mayores, si su doble explotación estrella su existencia para hacerla añicos, por otra parte la mujer trabajadora está llamada a levantarse más temprano que tarde para buscar su liberación.  El camino de su liberación es más ancho, su rebeldía más necesaria, y en buena hora las trabajadoras se unirán en lucha para destruir todo lo que las oprime.  Los obreros no pueden sino alegrarse de tener a su lado al gran baluarte de lucha que son las trabajadoras. 

La masificación del trabajo femenino

Bolivia no se está ajena a esta realidad de las trabajadoras del mundo.  La incorporación de las trabajadoras al mercado de trabajo ha crecido al afectar a una de cada dos mujeres, cuando en 2001 se consideraba solo a 1 de cada 3.  Si en 2001 la población ocupada femenina era de alrededor de un millón, en 2011 se estimó la misma en 1,5 millones.  Un crecimiento extraordinario para un breve periodo de tiempo.  Y de entre esta cantidad de mujeres ocupadas, algo menos de 1 millón (45%) son obreras asalariadas, incluyendo las trabajadoras del hogar.
Pese a que el gobierno considera que los trabajadores y trabajadoras se encuentran en una inmejorable situación, los estudios sobre las condiciones laborales y el empleo en el país indican que se está viviendo una situación de crisis del empleo por la pérdida creciente de su calidad.  De acuerdo a ello, se está generalizando la precariedad laboral en todas las ramas de la economía, y se incrementó la cantidad de empleos precarios extremos (de un 22 de cada cien a un 50 por cada cien desde 2001 a 2011).  La precarización afecta más a las mujeres, siendo que 65 de cada 100 mujeres ocupadas caen en esta situación, mientras que de los hombres la razón es de 47 de cada cien. 
Ni duda cabe que el trabajo de las mujeres tiene mayores dificultades; además que se realiza en las condiciones más precarias, con inestabilidad laboral,  y con las peores remuneraciones.  Ser mujer coloca a la trabajadora en una situación más ardua, al tener que ser considerada por la patronal como de menor rendimiento, el ser "poco apta" para el trabajo físico, o el hecho de entrar en la maternidad que los patrones no perdonan.  Ser mujer trabajadora tiene que ver con tener mayor inestabilidad laboral que los hombres, así como los salarios más miserables (69 por cien en 2011 ganaba menos que una canasta alimentaria). 

En este día comprobamos que las trabajadoras y los trabajadores estamos juntos.  Si 1 de cada 3 obreros es mujer, se tiene que decir que en buena hora las mujeres estamos en las filas del proletariado.  Llegó la hora de levantar la cabeza y echar a andar, de la mano de las y los compañeras de clase.  Mujeres trabajadoras, nos sentimos cada vez más fuertes en número y nos toca avanzar sobre las tareas históricas que toca a nuestra clase en estos tiempos. 
¡Revolución para detener la barbarie!

* Se elaboró utilizando datos del CEDLA

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